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sábado, 30 de octubre de 2010

Haciendo de un pasatiempo un oficio


Mis pinki-anteojos

Desde que tengo memoria, siempre me han gustado las historias. Primero, me entrené como oyente: mientras jugaba con mis primas, trataba de escuchar lo que hablaban los adultos o le pedía a alguien que me contara o leyera algo. Mi abuela Carmela y mi tía Aleja fueron las responsables de que disfrutara de los relatos, sean reales o ficticios. Ambas tenían facilidad para encandilar a las personas mientras hablaban.
Luego, me entrené como lectora - de ello les contaré en otro momento. Finalmente, me di cuenta que podía interesar a otros lectores con mis propias historias. Pero conforme más libros lees, menos segura te sientes frente a tu propia producción. Este temor hace que muchas veces te resistas a compartir lo escrito. A pesar de este justificado miedo, considero que existe un momento en la vida que vas perdiendo la vergüenza y ya no puedes desandar lo andado. Para bien o para mal, escribo y pueden colocarle el nombre que quieran, pueden disfrutarlo u odiarlo. De lo que sí estoy segura es que ésta es mi verdad y necesito compartirla con quien desee leerla.  

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