Javier Heraud, poeta peruano, cuyos versos al leer se nos muestran familiares y cotidianos, tuvo una vida relativamente corta, que se extinguió cuando tenía 21 años. Y si bien todos lamentamos su pronta partida también somos conscientes que marcó un referente para los escritores e intelectuales contemporáneos a él, quienes empezaron a cuestionar sus propias ideas políticas.
En todo caso, en su breve existencia, intensa y apasionada, nos dejó una poesía muy sentida, muy humana y muy profunda. Recuerdo como me emocionaba al leer el libro que escribió su hermana Cecilia, donde nos describía a un joven alegre, comprometido, bromista, buen amigo y un obsesionado lector.
Un día de verano, mientras esperaba que nos permitieran el ingreso al Museo de la Nación para un taller, me senté y comencé a escribir unas líneas sobre uno de mis poetas favoritos, el entrañable Javier, asociando su recuerdo con la voz de Norma Alvizuri, encargada de musicalizar sus versos.
Javier,
como si te conociera…
es que no eres tan extraño.
No sabes cuánto me afecta leer sobre ti;
me emociona, me enternece.
Maldigo el momento en que te nos perdiste
¿Por qué no te conocí?
Hubiéramos sido amigos;
confusiones y dudas compartidas.
¡Quién sabe!
Hubiera terminado
entre pájaros y árboles como tú.
Tu patria amada,
la mía,
la de todos, la de nadie,
es la misma
y es distinta,
sufre tanto o más que antes
(si lo sabré yo, al igual que tú, maestra).
Todos los días
lucho por no caer en la indiferencia
y tomo cada decisión
como si fuera de vida o muerte.
¿Es que las personas no entienden
que nuestras decisiones afectan al resto?
El sol que tanto te fastidiaba,
hace arder más las ideas.
Hermano Javier, humanidad a gotitas,
¿Cuándo volveré a verte?
Tributo, verano de 1999
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