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sábado, 30 de octubre de 2010

La magia del cine

"Vamos a ver una cheli". Bastaba esta simple frase en clave para entender que debía acostarme y dejar a mis padres para que vean una película. Y no es que la película fuera muy violenta o con escenas explícitas de sexo (debo aclarar que a falta de tener un cuarto propio, que me acostara no significaba que me durmiera), sino que por esos tiempos, los niños no podíamos ver la mayoría de películas que se proyectaban por televisión. Esta situación ha cambiado mucho, ya que en la actualidad, hasta en los programas dedicados a los niños, se suelen incluir escenas poco apropiadas para ellos.
En fin, retornando al tema de esta entrada, yo solía ver esas películas a escondidas de mis padres y desde la comodidad de mi cama con mucha atención, imaginando que estaba en una sala de cine. Por supuesto que poco me acuerdo de lo que vi, sólo sé que desde ese instante, la magia del cine me atrapó, como lo hizo con Totó, el encantador niño de la entrañable película Cinema Paradiso.
Para muchos el cine es simple entretenimiento y una forma de escapar de la realidad. En cambio, para mí el cine es mucho más que eso. Así, si bien puedo relajarme sin problemas con una película intrascendente, sólo recuerdo gratamente aquella que me permitió soñar, reír, llorar, vociferar, pensar, recordar y hasta tomar una decisión difícil.
Y es que cuando se apela a las emociones humanas como lo hacen las películas, es difícil permanecer indiferente e inconmovible. También es cierto que el cine deja poco a la imaginación porque la fuerza de las imágenes es poderosa, sin embargo, las interpretaciones que se desprenden de ellas son infinitas y se relacionan con la complejidad de cada espectador.
En próximas publicaciones, les compartiré algunas de las películas que más me han impresionado, así como las razones para elegirlas.

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